Aunque no siento ninguna pasión por tu obra, comprendí al
estudiar tu vida que eras un hombre irreprochable. Dicen que transpirabas una
tibia y profunda alegría de vivir. Otro de mis poetas favoritos dijo alguna vez
que esa alegría sólo podía sentirse en la completa ignorancia, pero tú no
ignorabas las cosas, y puede decirse que las sobrellevaste de la mejor manera.
Era esa ingenua fe en los tuyos, tan típica de tu tiempo, lo que te hacía un
hombre aparentemente satisfecho. Desde mi tiempo tus miedos, tus sueños y tus prejuicios se han diluido. Hoy envidio esa esperanza en un futuro
diferente, esperanza que sobrevivió al fracaso de todos los planes utópicos de
tu generación. Sin embargo, siento malestar al pasar junto a la sección de
poesía y observar aquellos bodrios enormes de un testimonio repetitivo y cursi
que para no ofender denominaré poesía de cóctel
En tu tiempo también existía, pero yo no me vi obligado a soportarla.
Este curioso género es consumido en restaurantes elegantes, llenos de
compradores aburridos que se pudren por dentro intentando conmoverse. Así que
recuerdo tus lecturas y pienso ¿qué ha sucedido? Algo le sucedió a la belleza, pero esa
suposición no puede pronunciarse por alguien que apenas y lleva existiendo un
cuarto de siglo. Vos ya no puedes hablar (lo cual es una pena) así que tampoco
podrás responderme. Puede que seas lo suficientemente tonto para alegrarte de
ser leído por un montón de lambones tibios y pienses que este mundo es mejor al
tuyo por que te sobran lectores, pero créeme, te equivocas. Yo me cargo de paciencia y sigo escarbando en
los secretos más espurios de la humanidad, secretos que abandonaste y dejaste medio mordidos, secretos que pocos
han comprendido, secretos que realmente pocos soportan. Ellos conjuran la vieja
espiritualidad escondida en el arte. Ese arte que aunque nos hace amargos, nos empujan a embarrarnos en los aspectos más lamentables de la existencia hasta lograr uno que otro éxtasis estético... Ya que
estás muerto es probable que nunca entiendas el significado de esa horrible
orfandad de cosas bellas que padece mi tiempo. Puede que el mundo esté perturbado
y sea un momento sumamente doloroso para la humanidad, puede que al menos tus
miedos fueran proféticos e infalibles...y que como todo poeta estés satisfecho por atinarle a los males del futuro. Ciertamente la belleza del lenguaje cayó
en desgracia y puede que esa pérdida sea
cosa de la sobreproducción o de la manipulación excesiva…Sin misterio y sin
ternura todo lo humano se vuelve anfibio, repelente. O tal vez hay tanta basura
en el agua que cada vez es más difícil observar el movimiento de los peces y
para los peces mismos es más y más difícil respirar. Y vos eras un pez grande,
sin duda alguna, un pez al que no le asustaban la soledad ni la mugre. Eres el pez más grande en este riachuelo
moribundo llamado Colombia. Hoy somos frívolos y superficiales, supongo que lo
sabes ya, te confieso que aunque la queja sea justa para mí es fastidioso
seguir repitiendo lo mismo; no soporto la poesía: No soporto los cócteles o
reuniones light de recitales insolubles en donde ahora florece esa poesía
técnica y carente de alma. Y no la soporto porque no puedo sentir la más mínima
pizca de sinceridad en ella. Y no exijo
precisamente que la poesía sea un reflejo de la realidad (pensarlo siquiera es
bastante imbécil) sólo quiero que adentro exista algo humano, algo tibio, algo
que pueda recordar la fuerza de tu fuego interior.
Creías en la humanidad, y eso es algo que realmente envidio.
Lastimosamente contamos con pocas esperanzas, y el tiempo sigue inexpugnable
como siempre.
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