Matar al Mensajero



Un viejo conocido me dijo ayer, en tono de reproche "es increíble que escribieras una sentida nota sobre un niño muerto en las costas de Turquía, pero que hasta ahora no hayas escrito nada sobre flor"

La verdad es que el asesinato de Flor me aturdió tanto (y no sólo a mí, si no también a mi familia) que no he podido sacar ninguna idea en limpio de esta tragedia. Muchas cosas me indignaban al respecto, y me entristecían profundamente. Flor era una mujer amable y cordial, una chica inofensiva, como dijo otro amigo cercano. Representaba ese ideal de periodista local feliz, que ama su trabajo y lo hace bien. Siempre que uno le veía en pitalito parecía una niña pequeña jugando a ser periodista. Murió en una emisora en la que yo mismo he sido escuchado, lugar para mí lleno de recuerdos amables y gratos con mis amigos de la embarrada. Asesinaron a un miembro de mi familia en un lugar significativo para mí, y eso me ha sido difícil de asimilar. Algunos dicen que la asesinaron por denunciar la muerte de un perro, o una banda de sicarios; a mí todo motivo me parece  insuficiente y absurdo. Como todas las tragedias personales y locales, es una tragedia muy nuestra, lo sé, pero que sus causas sean minúsculas o triviales raya en la insensatez, o más bien en la locura. Es absurdo el modo en el que el sicario acude silenciosamente a espaldas de Flor y le dispara en la cabeza, matándola con una insoportable sencillez. Ese fue un sólo disparo que nos calló a todos. Es absurdo que ese vídeo esté repetido en todos los medios nacionales y ese suceso se repita incontables veces, con la misma crueldad: que no pueda borrarse, que esté atrapado en la memoria absoluta y tenue de Internet. Siempre es absurdo sobrevivir a la muerte de la gente que se quiere. Y no lo digo por mí, pues pese a que la estimaba, no era tan inmediato a ella como mis hermanos o mi madre. Lo digo por sus seres queridos más cercanos. 

Es absurdo matar al mensajero y creer que eso detiene la verdad. Lastimosamente, en Colombia es una medida pragmática y eficiente: a puertas de las elecciones todos los periodistas locales tienen miedo. Como ya dije, no sólo callaron a Flor, nos callaron a todos. Nadie esculcará demasiado, nadie dirá nada temiendo encontrarse con la serpiente que encontró Flor, sin saberlo. 

Todas las posibilidades son absurdas. Todas las muertes son absurdas. Ciento cuarenta y cuatro periodistas han muerto en Colombia en los últimos años. Es una cifra Absurda. Alguien publicó en el facebook de Flor, hace algunos días "no se mata la verdad matando periodistas" ciertamente la verdad no se mata de este modo, pero si se aplaza: en Colombia padecemos una verdad aplazada ciento cuarenta y cuatro veces. Una verdad tan dura que no la queremos oír, que preferimos olvidar.


 Y ciento cuarenta y cuatro veces hemos hecho la misma súplica, casi siempre en vano. “ojalá se haga justicia” 

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