Propósitos para el
fin del mundo.
Hasta hace un tiempo yo era extremadamente optimista con el
cambio de los años. Al igual que la
mayoría de personas, creí alguna vez que un ciclo exterior podía cambiar los vicios
y desperfectos de mi personalidad. Que no son pocos, ni mucho menos
insignificantes; no sé a quién culpar sobre lo inadaptado de mi personalidad y
sobre mis fracasos de adaptabilidad. Quizá pueda responder diciendo que es
cuestión de tiempo, pero precisamente es eso lo que ya no me queda. Desperdicié
mi juventud escribiendo. Creo que con el paso de los años los seres humanos
somos más reacios a la dificultad, y nos entregamos con mayor sentido práctico
a la comodidad de lo familiar. Todo el tiempo quiero cambiar. Todo el tiempo
quiero ser un hombre diferente a mí mismo. Hasta ahora la imposibilidad de la
constancia hace previsible el fracaso. Todo lo que odio de mí se va acentuando
con el paso de los años, mientras que mis pocos atributos como individuo se han
ido desvaneciendo con la misma y cómoda placidez. Quizá el ejemplo más simple
al respecto es el concepto de los propósitos de año nuevo. En mi afán de sinceridad, cada año mis
propósitos son más resignados y menos ambiciosos. Tras olvidarlos, tras reconocer lo innecesario del engaño, uno
tiene que aceptar esa fea realidad que es uno mismo. No existe peor
resignación. Ningún desengaño resulta tan cruel ni tan inútil. Porque tras esa
aceptación existe cierto grado agobiante de quietud, de mutismo, de soledad. No
entenderse con uno mismo pareciera la
más agobiante de todas las soledades.
31 de diciembre de 2011
28 mil canciones en
el 2013
Mi vida puede resumirse en veintiocho mil canciones. Pero quizá
sean menos, tal vez sólo sean unas doscientas, o unas cien, o una veintena. He
vivido poco, pero siempre he tenido música. Salvo ahora, que me creo muerto, y he
tenido la necesidad de prescindir de ella, nunca he soportado la redundancia
del silencio. Soy de aquellos que vivió, sintió y pensó a través de lo que
escuchaba. No creo que semejante vejación filosófica haya sido fortuita o
afortunada. Mi universo era limitado. Mi sensibilidad era efímera. Aunque en
los últimos años mi pensamiento cambió, y con él he tenido que transformar mis horizontes, sigo buscando música en todos
lados, inclusive dentro de las palabras.
Para mí la música es la llave que decodifica los pensamientos ajenos,
por ello creemos identificarnos a través de sus secretos. Por eso para el
músico es tan fácil abrirse paso entre las mujeres y sus corazones. Por ello el
orgasmo y la música poseen una oscura familiaridad. Si las pasiones pudiesen medirse
y sopesarse, descubriría que soy más músico que escritor (o que soy cualquier
cosa, menos escritor)
Enero 2014
Sobre la libertad femenina (fragmento)
A
la hora de crear una identidad individual no pareciera importarnos mucho el
valor metabólico de nuestros órganos sexuales. Resulta obvio que al definir
nuestras individualidades somos sexuales, no metabólicos. Afirmar por tanto que
somos racionales y que esta sea una definición estándar de lo humano parece una
verdad a medias. Somos en realidad muchas cosas. La razón es, a la final, el
evento realmente circunstancial en nuestra conducta. Porque primero somos seres
metabólicos. Mucho después somos seres sociales. Y en especial, en este ensayo,
somos seres sexuales. A la hora de hablar de identidad de los individuos en la
sociedad no puede pasarse por alto el repudio que lo sexual generó durante
siglos en la sociedad. Repudio que en realidad sólo ha sido apetito de control.
La sociedad sólo puede intentar controlar lo sexual, no repudiarlo, pues la
sexualidad define y reproduce a los individuos. Nuestros órganos sexuales
definen buena parte de lo que somos. Pero como además también expulsan los
residuos de eso otro que también somos, seres metabólicos, algunos pretenden
confundir el apetito de control con preocupaciones higiénicas. A veces se dice
que repudiamos culturalmente lo sexual por la relación orgánica que posee con
la excreción. En el origen del hombre, Darwin afirma que algunos
comportamientos de repudio y asco se generan como adaptaciones biológicas que
nos previenen de una posibilidad de infección (repudiamos las excreciones, y la
pudrición porque aprendimos, de manera inherente, que interactuar con estas dos
sustancias aumenta las posibilidades de infecciones) El repudio era vital para
sobrevivir en una sociedad humana pre-higiénica, pero hoy, al menos en lo
sexual, no es más que un prejuicio. Sin embargo, ¿el repudio por la excreción
explica en algún sentido el repudio por lo sexual? Aunque se compartan órganos
en ambas acciones, negar esta sentencia sería mentir, pero afirmarlo de manera
absoluta sería exagerar. En la resistencia que la sociedad creó alrededor de lo
sexual existen un sinnúmero de causas que no podría reducir en este ensayo,
dedicado más al sentido de la identidad de la mujer a través de lo sexual. En
la sociedad nuestra identidad como individuos se fabrica a partir de su valor
de intercambio y este, de un modo simbólico, nos organiza en roles específicos
dentro de la sociedad. Antes que individuos, somos seres sexuales. Hoy más que
nunca parece imposible crear una personalidad que desconozca un sentido sexual
(incluso si este sentido sólo es una actitud de rechazo) siendo, de manera más
que natural, el primer punto del ser humano joven que exige ser definido para
generar una visión de su individualidad.
En la creación de esa identidad, y en orden de importancia, sigue el rostro, el
resto de la cabeza, y luego el resto de nuestro cuerpo. Una amputación o una
carencia nos otorga una identidad secundaria (puedo ser manco o cojo, y ser
reconocido como tal, pero esta definición está subyugada al hecho de ser macho
o hembra)
octubre del 2010
Alteración pública,
censura y el cuarto poder.
Ya no sé qué opinar sobre la censura. Por un lado los
intereses comerciales de los grandes medios no pueden definirse jamás como
inocentes, y por el otro, no se le puede otorgar al estado la capacidad de legislar
sobre la opinión ¿y un punto medio? Bueno, los puntos medios son tan ideales
como los puntos absolutos. Aquí he sido testigo de cierto chantaje publicitario
por parte de emisoras locales hacia las alcaldías huilenses. Si un alcalde no
pauta con una emisora especifica los periodistas se dedicarán a levantarle
cada hueco o posible hueco, llegando a
los límites de la difamación.
Si paga, incluso sus peores errores serán encubiertos con
una sonrisa de estúpida satisfacción. Recuerdo que de niño vi una película
llamada el cuarto poder, dirigida por Richard Brooks (una definición algo
coloquial la definiría como la destrucción de un ser humano a partir de la
difamación mediática) creo que el gran dilema parte de que los intereses
sensibles para la sociedad están blindados gracias al dinero. Si reconociéramos
el cuarto poder (los medios de comunicación) como un punto sensible para
nuestra salud mental, deberíamos concederle autonomía económica, como hacemos
con el poder judicial y militar. La censura económica no puede controlarse. En
el Huila particularmente padecemos de una censura bastante poderosa proveniente
tanto del dinero como de lo político. Yo mismo no puedo decir aquí todo lo que
me gustaría decir respecto a los miembros del gobierno local…sin embargo, creo
que puedo hablar sobre lo que ellos tratan de censurar.
En el transcurso de la semana los políticos locales lograron
algo impensable en una democracia decente; que se prohibiera hablar
públicamente del voto en blanco en una elección en donde sólo existe un
candidato. La decisión la firmó el presidente del consejo electoral, Carlos
Ardila Ballesteros. He vivido de primera mano la reacción de las personas
frente a esta elección. Varios gremios están en contra abiertamente de que
Carlos Mauricio Iriarte sea el próximo gobernador del Huila, pero estos
sectores han quedado silenciados frente a la elección. Tras nuestro candidato
han armado filas todos los partidos tradicionales que están felices de
repartir, de una forma muy equitativa y ordenada, todas las regalías destinadas
al departamento.
No creo que exista nada más enternecedor que un grupo de
viejos enemigos, viejos políticos de vieja data, dándose la mano y abrazando
una causa común; gastarse hasta el último peso del presupuesto nacional designado
a nuestro departamento.
Muchos periodistas conocieron algunos de los problemas
detrás de la firma comisionista interbolsa. Tuvieron que callar porque la ley
599 del año 2000 prohíbe cualquier tipo de acción pública en contra de la bolsa
o los bancos. Esta ley hace invulnerable al gremio financiero frente a la
prensa.
Legalmente la investigación contra los órganos financieros
sólo puede realizarla la superintendencia financiera. Si esta es incompetente,
todos nos jodemos.
Entrados en calor me gustaría decir un par de cosas sobre la
bolsa de Bogotá. Pero claro, como imaginarán, no quiero terminar en la cárcel.
Marzo del 2013
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