El otro no existe,
No existe nadie;
Apenas y podemos tocar lo que
Suponemos,
Es un cuerpo;
Un hechizo de nervios, cartílagos y pesares.
Tampoco existen los pueblos
Ni sus lágrimas
Ni sus palabras.
Todos los otros, que son nadie,
Acuden a las muchedumbres
Para silenciar su aislamiento.
Por tanto,
Esa marea de manos levantadas
De consignas y exclamaciones
No son nada.
Para todos ellos
Yo no existo
Soy otra forma de silencio.
Un desconocido,
Una amenaza pasiva,
Una incomodidad imperceptible
Disfrazada de transeúnte
Pasajero
del viento.
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