En 1958 el
antropólogo estadounidense Malvin Harris asignó el término “psicosis del Wendigo”
para describir los impulsos criminales sobre el consumo de carne humana. Harris
extrajo el concepto de la mitología de los pueblos algonquinos precolombinos,
que habitaron la región de los Grandes Lagos entre Estados Unidos y
Canadá. El mito ya había sido estudiado
por Carl Gustav Jung cuando buscaba un objeto mitológico que definiera el
arquetipo del antropófago, y concluyó que aunque en la mayoría de pueblos amerindios
existe una criatura monstruosa relacionada con el consumo de la carne humana,
el mitema es en realidad exclusivo de América y tiene muy pocas referencias en
otros continentes.
Para los aborígenes norteamericanos, el Wendigo
es una deformación del ser humano que ha cometido el pecado de la
antropofagia. Este mito cobraba
importancia pedagógica durante los inviernos más duros, donde la caza escaseaba
y la agricultura era nula, pues para los algonquinos el canibalismo era un tabú
inquebrantable. Los wendigos suelen ser descritos como humanoides enormes,
malévolos y adictos a la carne humana, que vagan por los bosques y cuyo poder
como espíritus naturales se incrementa con el invierno, las hambrunas y la
escasez.
En Mesoamérica
tenemos muchísima información sobre del canibalismo ritual. En el folio 43 del Códice Magliabechiano
(perteneciente a la cultura azteca)
destaca una imagen donde nueve personas comparten los despojos de un ser
humano, liderados por una criatura cuya fisionomía es muy similar al wendigo
algonquino. Para los estudiosos, la figura en la imagen se llama Itzpapálotl, cuyo nombre significa “mariposa de obsidiana”
Itzpapálotl es una criatura de género femenino, con forma de esqueleto
huesudo, cuernos y calavera como rostro
y garras de jaguar.
Este aspecto común reincide en distintas mitologías de todos los
rincones de América. La relación entre la criatura y las hambrunas también es
reincidente. Para los aztecas y los mayas, el canibalismo también estaba atado
al vigor en la guerra y la destreza en el combate. En plena batalla, los
guerreros exhaustos abrían a su contendiente y devoraban exclusivamente su
corazón, para adueñarse de su espíritu de lucha.
Quiero destacar una diferencia importante entre los mitos tratados;
para los algonquinos el Wendigo es un
mito pedagógico que convierte en tabú el consumo de carne humana, mientras que
para la cultura mesoamericana institucionalizó y le dio un sentido ritual al
canibalismo.
Sin embargo, existen diferencias de fondo que deben separar el
canibalismo por necesidad (históricamente ocasional) el sacrificio humano ( practicado en casi
todas las culturas antiguas) y que en el caso de los aztecas, Fray Bartolomé de
las Casas catalogó como “signo de gran religiosidad” y el asesinato ritual en
el sacrificio, que incluso fue celebrado en Roma hasta el 97 a.c .Sin embargo,
es significativo que el canibalismo fuese tabú para los pueblos más allá del
trópico de cáncer y que fuese practicado con cierta libertad por los pueblos
por debajo de la misma línea.
La función del mito algonquino nos indica que hay una tendencia
natural al canibalismo que debe ser censurada pues pone en peligro la
supervivencia total de la tribu. Es fácil especular que esta condición resaltó
la debilidad demográfica de un pueblo sometido constantemente a duros inviernos
y agricultura decaída. Por tanto, el mito procura evitar la extinción de una
población. Más al sur, los anasazi practicaron el canibalismo con cierta
constancia. Mucho más numerosos, prolíficos y
guerreros que los algonquinos, se encontraron signos reiterativos de rituales
religiosos en el siglo XIX que incluían el consumo de carne humana.
Pese a las diferencias, existe un punto en
común; el vigor. El Wendigo es la personificación de la
violencia, de la gula. Aquellos que devoraban el corazón de sus enemigos
querían vigor y capacidad de guerra. La palabra caníbal está íntimamente
relacionada a la palabra Caribe desde el segundo viaje de Cristóbal colón. El
fuerte Navidad, dejado por Colón en su primer viaje a Centroamérica, fue devorado por los “Caribe”
según relatan sus propias notas personales. 39 personas fueron devoradas,
dejando a su paso emplazamientos donde habían piernas, manos y cabezas sobre
hogueras de asado. Pero ¿qué significaba para los caribe el consumo de carne humana? Para
Harris la antropofagia era una consecuencia de la ausencia de rebaños o grandes
presas de caza. Los estudios posteriores de ADN demostraron que las tribus caníbales viajaban a zonas aledañas para conseguir presas. Es
decir, no consumían a los suyos, sino a los extraños. No había
necesidad de un Wendigo que sirviera de advertencia. El
wendigo en Centroamérica era por sí mismo un estado deseado de lucha.
En la novela “Viento seco” de 1953, el escritor Daniel Caicedo trató
el tema del canibalismo en el conflicto colombiano encarnándolo en uno de sus
villanos, un militante conservador llamado “La hiena” que arrancaba el corazón de sus víctimas y luego lo devoraba, en medio de un pequeño ritual de influencias
indígenas y santeras. Siendo los pájaros radicales conservadores y fanáticos
cristianos, es muy difícil imaginar una tolerancia semejante a un
comportamiento en sus filas—aunque la
carnicería no les fuese extraña en ningún sentido— pero puede que la constancia
y simultaneidad de los rumores tengan un significado que va más allá de lo
demostrable históricamente. Otros rumores constantes se han encontrado en las
narraciones contemporáneas sobre el paramilitarismo, de las que sólo una
historia ha podido confirmarse hasta el día de hoy, la de William Gutiérrez
Saldaña, alias ‘Llanero’, jefe paramilitar del Meta, que en el 2003 cocinó y
devoró junto a sus cómplices el cuerpo de dos miembros de otra banda criminal.
La naturalidad de este caso, su grabación en video y la naturalidad del testimonio
hicieron creer a los investigadores que no fue el primer caso en el que
participó alias el Llanero.
Ni en la década de los 40, ni en el año 2003, existen evidencias de
escasez de presas de casa, rebaños o similares. El canibalismo contemporáneo no
tiene una explicación matemática. Puede que tampoco la ecuación que
relacione causa y consecuencia tampoco
exista para los aztecas y los anasazi, salvo una posibilidad; los rituales religiosos que hoy llamaríamos magia negra.
La explicación ritual, más oscura
pero menos documentada, es extremadamente visible en el caso de alias el
Llanero. Según informes de la fiscalía documentados por semana.com, alias el Llanero fue discípulo desde los once años de alias
Cuchillo, otro jefe paramilitar con fama de descuartizador, que usaba a la
abuela de alias el Llanero como hechicera personal.
Frente a todas las explicaciones irracionales para explicar el
comportamiento del Llanero, la que menos
irracional me resulta es la de brujería. En esta explicación confluyen todos
los mitos tratados. El corazón de las víctimas
“fortifica”, “revitaliza” dice Caicedo hablando de la Hiena. ¿Es la brujería el conector entre el canibalismo y el
paramilitarismo? El libro “Magia,
brujería y violencia en Colombia" del antropólogo Carlos Alberto Uribe
lleva los orígenes de la brujería a la guerra colombiana a tiempos incluso
previos a la violencia partidista. Rituales
antiquísimos, sincretismo religioso y fanatismo hacen parte importante del conflicto
colombiano. En todo este arcoíris de tonos oscuros se encuentran elementos de
antropofagia latentes, comentados, murmurados, debatidos pero muy poco documentados.
Jung escribió en 1936 Wotan, un polémico
ensayo donde insinuaba que Hitler encarna el arquetipo del dios Wotan,
representante y cuerpo físico de un espíritu colectivo que afloró en el
nacionalsocialismo y que consumió Europa. El dios errante, el murmullo del
bosque virgen, el dios cazador fueron los símbolos que Jung utilizó para
afirmar que Wotan era un arquetipo germánico y que Hitler era su representación.
Los arquetipos son representaciones simbólicas que se encuentran en el inconsciente colectivo. decir que Hitler era la encarnación del Wotan es decir que hay algo de Hitler en toda la sociedad que lo rodeó. Él canalizó aquella pulsión y la materializó. Él fue un exégeta del espíritu de la destrucción que Wotan simbolizaba.
En la misma lógica, el paramilitarismo,
sus oscuras ambiciones y características, todas sus sombras confluyen en Alias
el Llanero, encarnación del arquetipo del Wendigo.
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