Sobre el Nobel de Dylan – otra crisis más de la novela.




Siento un profundo cariño por Philip Roth, De él aprendí la profunda complejidad que tiene lo cotidiano en la literatura. La verdadera desnudez de la sociedad norteamericana la conocí con Roth, y en lo posible, he tratado de desnudar el mundo que me rodea de una manera semejante desde que lo leí, buscando esa misma verdad universal que exhibe en sus libros ¿con qué objetivo? La compleja e inevitable pregunta, el objeto de una obra, terminó para él en una conclusión llena de preguntas difíciles que seguramente ya no responderá. "Me equivoqué. He llegado al final del camino. Ya no tengo nada más sobre lo que escribir" le dijo Roth a la BBC en el 2012. Entonces tenía 74 años. 

 Soy tímido y muy conservador en mi vida privada, y por tanto la desnudez me resulta muy incómoda. Exhibir las llagas de mi crianza, de mis prejuicios y de mi sexualidad no me resulta interesante como material narrativo, pero Roth hizo lo suyo con el lamento de portnoy, una novela que según la crítica desnuda al judío de mediana edad norteamericano, pero que en mi opinión desnuda a todos los hombres de la segunda mitad del siglo XX. Pastoral americana hace lo mismo con la familia, con sus elementos morales, pero en mi biblioteca personal, el libro más frecuentado de Roth es “nuestra pandilla” todo un manual de sátira política inspirado en Nixon pero tremendamente cercano a mí gracias a la era sombría del uribismo colombiano.

 La literatura es amplísima y va siempre más allá de los Nobel, cuyo sentido, al menos personalmente, siempre he sentido como un reconocimiento a los exploradores de la condición humana, pero si entendemos la literatura como simplemente “la exploración naturalista y clásica de la condición humana” siento que dejamos de lados aspectos fundamentales que pese a las apariencias, también contribuyen al reconocimiento de nuestra naturaleza. La ciencia ficción sobrevive en la historia con lectores apasionados y no ha necesitado del  estímulo del Nobel para sobrevivir. Asimov y Bradbury son mucho más leídos que algunos ganadores (incluso recientes) del nobel. Así que, ¿para qué preocuparse? 

Y no es mi intensión, por cierto, medir el pene de los escritores partiendo de sus lectores. Algunos cuentos y diálogos de Asimov son absolutamente magistrales y están para mi al nivel de diálogos de Dostoievski o Tostoi. Mi ejercicio favorito para pensar la condición humana proviene de la inteligencia artificial de Asimov, especialmente en algunos dialogos de la Saga de la fundación. 

En lo personal no me incomoda el Nobel a Dylan, pero tampoco soy un seguidor de su trabajo. Debido a su fama de poeta y de juglar, he intentado escucharlo en el pasado, sin ningún éxito. La importancia de su contexto, el lenguaje de la no violencia, su papel como autor de himnos generacionales se me escapa por completo debido a mi desconocimiento de su momento histórico. Si me preguntan a mi, no creo que sea el mejor letrista del rock, ni mucho menos.  

 Pero en estos lados no importa quien lo haga mejor si no quien lo hizo primero. Fue él quien le dio al rock una preocupación poética y quien le entregó al contenido lírico un criterio intelectual. Vale, eso es muy importante. Si me preguntan a mi las fronteras entre las artes son extremadamente difusas y no siento que exista mucha diferencia entre la creación de una canción y la creación de un cuento. Son, para mí,  formas distintas de acariciar la misma abstracción.

 Pero una frase de amigo deicidium me dejó pensando en este premio a Dylan.  “es como si escupieran a la cara a todos los escritores vivos”

 Los últimos dos premios Nobel, el del 2015 (Svetlana Aleksiévich) y el del 2016 (Bob Dylan) son obras fuera de la novela. El premio de Svetlana, no ficcional, más cercano a la crónica, no levantó ninguna resistencia. Al fin y al cabo era un libro. Si alguien me dice que solamente los libros, las novelas realistas, naturalistas, introspectivas, profundamente humanas, sólo ellas son literatura me sentiría incómodo, y además sentiría claustrofobia. Es probable que si un escritor sueñe con que un día merecerá el Nobel deba dejar a un lado la ciencia ficción, la literatura policíaca, o la literatura fantástica, y asignarles a todas estas posibilidades un rol de literatura menor con la cual no deba mezclarse para permanecer puro. Si tu interés es el Nobel, debes renunciar a todos los brazos más apasionantes de la literatura y quedarte inmóvil en el tronco del árbol, sonriendo con incomodidad.

 Bajo estas condiciones es normal que afirmen que la novela está muerta. Y también son comprensibles las palabras de Roth “ he llegado al final del camino” 

el Nobel es un estímulo a la literatura, no su fin en sí. Pero supongamos lo contrario por un segundo, y supongamos que hay autores cuya meta es el nobel en sí. Si los últimos premios invitan a los autores a la reinvención de lenguajes y formatos, bienvenidos sean los cambios. 

La novela es la obra que determinó el nacimiento del arte en la individualidad, y la individualidad encuentra su mayor expresión en la novela, en su intimidad y en su soledad. Mientras exista individualidad existirán novelas. Desde el prólogo de Bola de Cebo de Maupassant (1880) los críticos se desgarran las vestidura anunciando la crisis de la novela, glorificándose con su muerte.

 Y como grita Petro, “¡no pasarán!” Es el Nobel el que existe para la literatura, y no existe ( no debería existir) la literatura para el Nobel. La crisis constante de la novela es el llamado a la reinvención. La novela estará realmente muerta cuando nadie hable de la crisis de la novela, cuando nadie sienta o piense que los lenguajes deben reinventarse nuevamente.

 Roth tiene en su rostro algo del rostro de mi abuelo. De un modo similar, Kafka tiene algo en el rostro el rostro de mi padre. Me hubiese gustado que Roth ganara el Nobel para que entendiera que el camino no ha terminado. Ojalá sea en otra ocasión.

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