Muy preocupante me resulta la postura que Café
Tacuba ha tomado recientemente sobre su canción “ingrata” de 1995. Para resumir;
han decidido no volver a tocarla porque hace referencia a un feminicidio.
“éramos bien jóvenes cuando se compuso y no
estábamos sensibilizados con esa problemática como ahora todos sí lo estamos. Y
yo, personalmente, no estoy interesado en apoyar eso” dijo hace poco Ruben
Albarrán (vocalista de la banda) a un medio mexicano “Mucha gente puede decir que es sólo una canción. Pero las canciones son
la cultura, y esa cultura es la que hace que ciertas personas se sientan con el
poder de agredir, de hacer daño, de lo que sea”
Café Tacuba no es directamente una banda de mi afecto, pero las
implicaciones que tiene esta declaración me parecen importantes. En primer
lugar, porque sus motivos son más que razonables; las canciones son cultura y
la cultura empodera una ideología y por tanto una conducta legitimada por esa
ideología (he hablado de eso con anterioridad) es cierto que toda la música
popular latinoamericana llora el abandono de la mujer, es decir, su capacidad
para decidir. Pero no estoy seguro de que la censura correctiva sea el camino
adecuado (especialmente si es el mismo autor el que se censura. Yo tenía una
esperanza distinta, y es que toda esa música fuera olvidándose con el tiempo) Pues
el revisionismo a lo que ya está escrito implica abrir una monstruosa caja de
pandora.
He escuchado ya el juicio crítico a toda la
literatura por su carácter patriarcal, por su espíritu masculino. No importa
que existan grandes maestras de la literatura, y que algunos de los grandes
clásicos hayan sido escritos por mujeres (en este blog nunca me he cansado de
exaltar a Woolf, a Shikibu por la novela
de genji y especialmente a Herta Müller, que aunque sin duda contemporánea,
con el tiempo, estoy seguro, será un clásico) la pintura, que posee una carga
conceptual inferior, parece estar al margen de esta revisión ideológica. Pero
lo primero que pensé al leer las palabras de Albarrán fue en Crimen y Castigo. De
profundizarse este revisionismo bien podríamos censurar la obra de Dostoievski
por contener también un feminicidio. Y de estar vivo, tendría que disculparse
con palabras similares.
“Era
muy joven cuando la escribí y no estaba sensibilizado con esa problemática como
ahora todos sí lo estamos. Personalmente no estoy interesado en apoyar eso.
Mucha
gente puede decir que es sólo una novela. Pero las novelas son la cultura, y
esa cultura es la que hace que ciertas personas se sientan con el poder de
agredir, de hacer daño”
Es normal que ideológicamente algunas cosas
del pasado nos molesten (aunque hablemos de 1995, o 1866) el problema aquí tampoco
es el capricho bienintencionado de Albarrán. Es válido tener un juicio
histórico hacia el arte; eso es precisamente lo que hace que olvidemos obras o
exaltemos otras, o que seamos humanamente tolerantes con algunos escritores. Borges
y Lovecraft eran abiertamente racistas, pero nunca tratamos los aspectos
incómodos de sus personalidades cuando tratamos o disfrutamos sus obras. Omitimos
sus defectos. A veces bien podríamos practicar una vieja frase de Goethe “lo
que nos horroriza en la vida nos encanta en la literatura”
Que Café Tacuba se censure no significará
que Latinoamérica olvide la que probablemente es la canción más popular de la
banda. Ya Andrea Echeverri había tenido una postura similar con “baracunatana”
aunque no le veo sentido a la autocensura con retrovisor, es completamente
válido que el artista rechace en su creación futura los tópicos que considere (si
eso altera la cultura bien lo dirá el tiempo) bien le hará a la música popular olvidar el duelo por la libertad
femenina, tema que si no se acaba por la corrección política, ojalá lo haga por ser un insufrible lugar común.
También es cierto que es un poco exagerado
comparar Crimen y Castigo con Ingrata, pero mi critica no es a Café Tacuba, si
no al ambiente en general. Crimen y Castigo está más allá de ser simplemente el
asesinato de una mujer. La canción es un ente mucho más limitado, y puede que simplemente se limite a eso;
censurar la libertad. Sin embargo, creo firmemente que cuando una
ideología se apodera del sentido común, debería dejar a un lado el arte. El
cristianismo también tuvo en su momento un punto de juicio donde juzgó el arte
a partir de su criterio de lo correcto (grandes obras se perdieron, entre
ellas, muchas obras de grandes mujeres, como la mayoría de los poemas de Safo de
Lesbos)
Y cuando ese criterio de lo correcto se
supera o simplemente se olvida, sólo nos queda lamentar los estragos de la
censura.
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