Gabo Periodista




Ponencia presentada en el Marco de “encuentros literarios – 2017 cien años de soledad,  50 años después”  por Oscar M Corzo el 10 de mayo del 2017 en la Biblioteca Nacional.

El título de esta ponencia parece escueto y ambiguo. Aparentemente es mucho más específico hablar del Gabo novelista, pues varios títulos vienen de inmediato a la memoria. Gabo novelista se materializa y se reconoce, mientras que Gabo periodista pareciera un proceso previo, o como se dice en informática un subproceso, o proceso en segundo plano, y nuestra conclusión inmediata es que Gabriel García Márquez se puso un traje de arqueólogo para excavar en la piedra de la realidad los elementos útiles para concretarse en la novela. Como no soy un especialista no puedo decir si la imagen es real o no, pero puedo afirmar como lector que la sensación estética de su obra es distinta. Mi ponencia no tiene una búsqueda bibliográfica exhaustiva pues plantea un juego de posibilidades. Específicamente, quiero preguntarme cual fue el papel de Gabriel García Márquez en el nuevo periodismo, que inició con la publicación de a Sangre fría de Truman Capote.

Gabo periodista también fue el título de una recopilación de textos que publicó hace cuatro años  la fundación Gabriel García Márquez y el fondo económico sobre su faceta como educador y como reportero. En este libro Sergio Ocampo nos recuerda que el realismo mágico es el resultado natural de la interacción entre la realidad y la ficción que sólo podía darse en un periodista que quería ser escritor. Con los mismos elementos, el nuevo periodismo de Capote llegó a un resultado completamente diferente, y esta disociación responde tanto a culturas como a tradiciones distintas, que sin embargo, tienen en Faulkner un hilo conector.

Retomando, ¿quién era Gabo como periodista? ¿Cuál fue su aporte a una de las carreras más importantes del siglo xx? estas preguntas de naturaleza obscena, para algunos,  han sido la preocupación de múltiples estudiosos de su obra. El más llamativo e interesante de los análisis que encontré pertenece a Juan Nadal Palazón, de la facultad de filosofía y letras de la UNAM.

En su texto, “discurso narrativo y descriptivo en las entradas de los primeros relatos periodísticos de García Márquez” destaca el  uso magistral del “entrada periodística” también conocida como Lead, o lid, que en palabras de Martin Vivaldi, citado por Nadal “toda entrada periodística debe llamar de tal modo la atención del lector que lo obligue prácticamente a la lectura” esa concentración se basa tanto en la dosificación de información como en su organización, en resumen es cazar, pescar lectores usando el momento más poderoso de la noticia para forzar al lector a comprar el periódico, con sólo leer el titular.

 En este propósito tiene un papel protagónico el concepto de la pirámide invertida  muy conocido por los periodistas y que Wikipedia define así.

“la pirámide invertida es una estructura que organiza la información acorde al interés plausible del lector, de mayor a menor importancia, a través de la respuesta a las denominadas 6 preguntas clave: qué (what), quién (who), cuándo (when), dónde (where), por qué (why) y cómo (how)

Si el escritor lleva interiorizado el concepto de pirámide invertida, y la transforma en una abstracción  que desecha las preguntas y se centra en lo narrativo, priorizando la información más importante como criterio de organización, podemos llegar más fácilmente al estilo de Gabo. Pero entonces, ¿El Gabo periodista era un donante de técnicas y estructuras al Gabo novelista? creo que esa pregunta merece una revisión más profunda,  retomando de nuevo su rastro bibliográfico como reportero.

La pregunta inicial de la ponencia parece tener dos respuestas aparentes. Gabo en el periodismo fue ante todo un literato, pero eso no distrajo un ápice su calidad de reportero y por el contrario, le otorgó un cristal distinto para apreciar la realidad.  Esa capacidad de destacar los aspectos narrativos y empáticos de las noticias durante la publicación de “relato del náufrago” publicado durante catorce días consecutivos a partir del 5 de abril de 1955, le valió un exilio pero también le simpatía de miles de lectores en Colombia.

Gabo le planteó a Luis Alejandro Velasco (para quienes no lo recuerden, el protagonista del naufragio) un método lineal, implacable, que ambos siguieron ordenadamente, y en ese momento tenemos testimonio de un Gabo que ya puede dar un uso de la estructura narrativa  y puede usar ese conocimiento para crear un método investigativo en función a la historia, pues era urgente organizar todo el estallido anecdótico de Velasco y lo que significó  para él su naufragio, darle a todo ese caos un formato ordenado, y peor aún, en medio de esa maraña de datos y sensaciones había que responder a los tiempos del cierre del espectador, construyendo esa novela-crónica sobre la marcha en un tiempo de vértigo.  Claro que en ese momento, 1955, Gabo ya tiene escrita la hojarasca, está a punto de publicarla y ya ha adelantado una parte de su siguiente novela.

La idea central es esta; la narrativa le da estructura a la crónica, y el camino inverso también podría ser válido. Gabo tuvo que ser un detective lógico dentro de la historia de Velasco, e incluso usó preguntas concretas que buscaron contradicciones en su testimonio, y a partir de ese método surgió una crónica novelada que los lectores del espectador devoraron apasionadamente.

El relato de un náufrago es una crónica, sí, pero también posee una preocupación estilística, un lenguaje novelesco que  mereció esa pasión voraz de los lectores del espectador. El relato de un náufrago se ciñe mejor a los estándares del nuevo periodismo que “crónica de una muerte anunciada” a quien los críticos golpean como ambigua o como tenue, tenue si la colocamos al lado de la demás obra de Gabo. En el periodismo no funciona por sus detalles ficcionales,  y en la ficción se le considera  una obra inferior. Buena, sí, pero inferior.

Este es quizás el argumento central para muchos de la invisibilidad de su obra periodística. Y aquí volvemos a ese punto medio entre lo novelado y lo verídico, que encierra casi toda la tensión que sufrió el periodismo en la segunda mitad del siglo XX. Sobre este tema, quizás el trabajo más juicioso le pertenece a Carmen Rabell en su tesis de posgrado “periodismo y ficción en  crónica de una muerte anunciada”. Escrito para la universidad de Chile,  que presenta una particularidad poco usual en las tesis: tiene lectores, y por ello se ha reeditado dos veces. Rabell hace una revisión de las publicaciones críticas de crónica de una muerte anunciada y en su primer capítulo nos muestra cierta hostilidad tanto de la prensa como de la crítica. Para esta publicación, cuya primera edición se realizó al tiempo en México, Colombia y argentina, con un millón de ejemplares y una gran campaña publicitaria que creó una expectativa que para muchos la obra no pudo cumplir.

Rabell se da la tarea de hacer minería inversa en los artículos de Gabo publicados tanto en el Heraldo como en el Espectador, encontrando elementos comunes que sugieren una construcción collage de la novela. Rabell también utiliza el libro Nuevo periodismo de Tom Wolfe para justificar la pertinencia de Crónica de una muerte enunciada al género, nuevo periodismo, que floreció en Estados unidos y revolucionó el uso de la información que usarían los medios a partir de entonces.

Wolfe exalta el valor del nuevo periodismo como toda historia de índole real que no quepa dentro del argumento del reportaje. Llama a estas historias de “interés humano” por contener lecturas entre líneas, por realizar críticas en donde el lector, puesto como espectador, sólo puede ponerse de lado del punto de vista que le ha insinuado el autor.  El ejemplo predilecto que utiliza Rabell es la crítica a la iglesia católica implicita en crónica de una muerte anunciada, cuando hablamos de ese vicario que se negó a descender al pueblo para saludarlo. Como indiqué anteriormente, Rabell saca este detalle y lo relaciona con las crónicas de Gabo en roma sobre la salud de Pio XII.

Ciertos sacerdotes y monjes dominicos siempre tenían un chocolate listo para compartir con el vicario de cristo, y sin embargo este pasaba de largo.

La crónica moderna tiene la capacidad, o más bien el gusto, por enfocar su lente en los detalles más humanos de la realidad, en buscar elementos sensibles de la historia, en destacar las heridas de una comunidad, sus flaquezas. Es responsabilidad estética del periodista tener el suficiente tacto, el suficiente sentido estético para no convertir esa herida en espectáculo morboso, pero esta flaqueza nunca se le detectó a Gabo.  El amarillismo y el reportaje llorón son las formas en las que hoy catalogamos al nuevo periodismo que acude a la audiencia sin capacidad crítica, despertando emociones sin tocar ninguna fibra reflexiva. Digamos, que el baraje cultural del periodista le permite ser directo y ser crítico siendo sutil. Como escritor y como periodista, Gabo fue poderosamente sutil, y eso le permitió ser tanto molesto como efectivo.

Rabell cita de nuevo a Wolfe para darnos las claves del nuevo periodismo, con las siguientes coordenadas:

“El nuevo periodismo requiere la utilización de escenas en la construcci6n de la obra, el uso del dialogo para caracterizar los personajes, la narración desde el punto de vista de un narrador-personaje y la descripción minuciosa de aspectos materiales de la existencia -tales como el vestido, la vivienda y las costumbres cotidianas—para simbolizar el status de los personajes y su posici6n en el mundo que habitan”

Rabell utiliza estas directrices para sugerir que Crónica de una muerte anunciada”pertenece al nuevo periodismo. Mi opinión es que las mismas directrices son mucho más aplicables a “relato de un náufrago”  y peor aún; por la biografía de Gabo, y por los comentarios del propio autor, sabemos que crónica fue una historia pospuesta por treinta años, por voluntad de la Madre de Gabo, en respeto de la madre de Cayetano Gentile Chimento, nombre real del personaje Santiago Nasar. Treinta años esperó Márquez para escribir su historia.

¿Qué hubiese pasado si Gabo escribe en su momento crónica de una muerte enunciada? Esto es mi simple especulación: La hojarasca se aplaza como primer libro. Quizás el carácter ficcional de crónica se hubiese desplazado un poco por un carácter más periodístico. Pero su calidad de vanguardia hibrida entre ficción y realidad,  o más exactamente entre realidad y lenguaje literario hubiese permanecido intacto. También el orden de la historia, pues obedece al criterio de la pirámide invertida que ya cumplía la hojarasca.

Es extraño que alguien desplace al nuevo periodismo más allá de Wolfe, más allá de Truman Capote. Se dice frecuentemente que más allá de a Sangre fría, quien inició la ola del nuevo periodismo fue operación masacre, de Rodolfo Walsh, obra publicada en 1957,  9 años antes de a sangre fría pero dos años posterior a la publicación en el espectador de  relato de un náufrago.

Mi conclusión es que el Gabo periodista estaba a la vanguardia de su tiempo, y su papel como precursor y como hombre adelantado a su tiempo en el oficio del periodismo no debería pasar desapercibido. Sin duda el boom latinoamericano tiene mucho que ver con la construcción del nuevo periodismo, Capote y otros fueron lectores de Gabo, pero este reconocimiento es marginal, al punto que crónica de una muerte anunciada se considera una obra reflejo de a Sangre fría y no una obra autónoma, resultado de un proceso paralelo y propio. Gabo no siguió la tendencia del nuevo periodismo. Gabo bien pudo haber sido su padre.

El florecimiento de los medios y la importancia de la información como producto de consumo son hoy mucho más significativas que en los años cuarenta, cuando a los 21 años el joven Gabo se enlista en el diario El Universal, el 20 de mayo de 1948. Allí llega con tres cuentos publicados en el suplemento sábado, dirigido por Eduardo Zalamea Borda, que le permitieron una reputación de cuentista. En definitiva, es la literatura la que lo conduce a las puertas del periodismo, único modo aparente vivir de escribir.  Pero también es evidente que en su labor de periodista expresó amor, inteligencia y sentido crítico. Se podría insinuar también que una de las grandes características de Gabo Periodista fue su capacidad para ser incómodo, y esa incomodidad es difícil de resaltar hoy institucionalmente, y más aún en los tiempos de la posverdad. Considerando, y aceptando también, que la obra novelística de Gabo es tan brillante que opaca y enceguece la importancia de su obra periodística y su obra híbrida.

Pero la dualidad entre periodista y escritor es engañosa. Ambas facetas buscan contar historias. Concluiré que Gabriel García Márquez fue un trovador, un juglar, un contador natural de historias, esa era su pulsión,   y para satisfacerla descubrió en la literatura y el periodismo sus dos predilectos campos de batalla.

Oscar M Corzo

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